Una visión para el desarrollo de Córdoba

“Visioning”

Así llaman los sajones al proceso por el que una sociedad se plantea nuevos desafíos, proyectando una visión compartida de cómo será el futuro una vez que cumpla sus metas. Lo más importante es la capacidad de movilizar voluntades que produce ese horizonte, soñado entre todos.


¿Cuál es la Córdoba que queremos dejar a nuestros hijos? Por momentos tengo la impresión que nuestras instituciones civiles, empresarias, religiosas, sindicales y académicas han adormecido sus impulsos reformistas. Y lamentablemente se ha “pasado de moda”, de parte de los gobiernos, convocar a la Sociedad Civil a participar para lograr consensos básicos. 

Tierra de oportunidades

En Córdoba tenemos las condiciones para aspirar a convertirnos en un centro neurálgico del “valor agregado” que debe producir el país para exportar al mundo. 

El conocimiento y la investigación aplicada a la industrialización de nuevos productos agroalimentarios, a la metalmecánica y la aeronáutica, la medicina de alta complejidad, los servicios de logística que requiere el Mercosur, así como a la tecnología, a las finanzas y el comercio -incluso a la cultura y al turismo- es nuestra chance cierta de generar oportunidades de trabajo formal bien remunerado para nuestros profesionales, técnicos y operarios. Aunque tenemos el campo como fuente de riqueza, nuestro foco debe estar puesto en elevar todo lo que podamos el nivel de nuestros trabajadores para ser capaces de industrializar esa materia prima.

Necesitamos cientos de empresas cordobesas como ARCOR, General Dehesa, Alladio y Wolksvagen (por nombrar algunas que son referencias) y varios miles de empresas medianas y pequeñas con capacidad para competir a nivel regional y global.

En definitiva es el trabajo el que puede garantizar a nuestros hijos mejorar su calidad de vida en un mundo globalizado y vivir en un Estado con más recursos genuinos para hacer bien lo que debe  -seguridad, justicia, salud y educación- sin necesidad de malgastar en nombramientos masivos de empleados públicos o gastos fiscales para parchar lo que no es capaz de producir la iniciativa privada o la propia comunidad, bajo el sabio principio de subsidiariedad.

Distorsiones estructurales

Si coincidimos en el sueño tenemos que estar dispuestos a encarar un largo listado de distorsiones estructurales que obstaculizan nuestro desarrollo (no se trata sólo de “mejorar cualquier oferta”). 

Nuestra universidad nacional no investiga ni está alineada a este desafío del valor agregado, sino que por el contrario sigue una performance mediocre por tantos años de gestión “pseudo-progresista”. Las otras casas de estudio lo están intentando pero no han logrado la entidad para marcar la diferencia. 

Nuestra empresa de energía estatal es un botín político y sindical. Nuestro Banco de Córdoba es el financista, no de las iniciativas del sector productivo, sino de los excesos del sector público. La justicia es lenta a la hora de hacer cumplir los contratos e incierta en sus fallos. Nuestra Legislatura no garantiza el equilibrio de poderes. Nuestra política social de asistencialismo indiscriminado no está impulsando a la gente a capacitarse para volver al mercado laboral. Nuestro sistema educativo tiene muchos edificios, nuevos pero no ha sido capaz de avanzar en la excelencia educativa. Lejos de ese umbral, el desafío es ese 50% de jóvenes que abandonan sus estudios secundarios. Hay temas básicos que obstaculizan el surgimiento de nuevas empresas: la falta de garantías a nivel de seguridad, las “ventanillas” de la corrupción, la presión de ciertas patotas sindicales e incluso la falta de certezas sobre plazos para ejecutar obras de infraestructura que son elementales. 

Es verdad que las políticas nacionales son las principales causantes de la desconfianza de los inversores. Pero no es menos cierto que Córdoba ni siquiera está en condiciones de garantizar la estabilidad de su sistema impositivo o de su sistema previsional. 

Volvamos a soñar

Pero todas las distorsiones se pueden superar si no los proponemos, sin esperar que todo dependa del político de turno. Forjemos ese sueño compartido. Volvamos a discutir Políticas de Estado. Volvamos a poner sobre la mesa los proyectos de reforma estructurales que hemos archivado, decepcionados al ver que el debate en Córdoba se viene circunscribiendo en los últimos años a las peleas entre De la Sota y Juez o Francioni, o entre Mestre y Giacomino.